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En el mundo de la ciencia, hay grandes experimentos que marcan época, ya sea por su repercusión o su aportación a investigaciones posteriores, pero también hay experimentos que aunque fueran muy esclarecedores en su momento, hoy por hoy, serian moralmente impensables, que es en este segundo grupo en el que se abarca el experimento que vamos a exponer a continuación, en el que el sujeto con el que se experimenta, es un menor que no alcanzaba el año de vida.
En el primero de los casos, podemos situar al fisiólogo ruso Iván Pávlov, premio Nobel de fisiología en 1904, por su aportación a la psicología del aprendizaje al descubrir por casualidad, como una de las perras con las que estudiaba, había condicionado el sonido de la campana que marcaba el momento de la comida de los animales, con el hecho de comer, observando, como solo el sonido de la campana provocaba la salivación del animal de manera muy similar a la producida al percibir la comida, conocido este tipo de de aprendizaje como condicionamiento Estímulo-Respuesta, Condicionamiento Clásico o Condicionamiento Pavliano, en el que podremos extendernos un poco más en un próximo post.
Apoyado en el descubrimiento de Pávlov, en era de la corriente Conductista, en la que todos los estudios de psicología se desarrollaban basándose en los resultados observables sin valorar los pensamientos, sentimientos o estados internos de las personas, se produce en 1920 uno de los experimentos más conocidos de condicionamiento, por tratarse de un niño de menos de un año de edad, el objeto a estudiar,
EL PEQUEÑO ALBERT
John B. Watson, famoso psicólogo estadounidense de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, creador de esta corriente Conductista, decide en 1920, utilizar a Albert para, al igual que Pávlov condicionó la salivación a su perro, utilizarlo como sujeto para estudiar la posibilidad de condicionar la emoción del miedo.
Watson, le presentó al niño durante una primera parte del experimento, diferentes objetos o animales para observar su reacción, tales como ratas blancas de laboratorio, conejos, trozos de piel de animales, distintos objetos…, en las que sus reacciones fueron coincidentes con la actitud de jugar con ellos y descubrirlos.
En una segunda fase, trató de condicionar un miedo a los objetos que le presentó anteriormente, eligiendo a la rata de laboratorio como principal estímulo para la adquisición de tal emoción, utilizando para ello un fuerte ruido provocado por un golpe metálico a su espalda cada vez que aparecía la rata.
Tras varias exposiciones a dichos estímulos, el pequeño, cada vez que se le presentaba la rata, lloraba despavorido sin necesidad de que se llegara a reproducir el estruendo, generalizando dicho miedo a conejos blancos, pieles o incluso a algunos objetos blancos que posteriormente le presentaba.
LE ACABABA DE CONDICIONAR LA EMOCIÓN DEL MIEDO A ESE NIÑO.
No se tiene certeza de su trabajo para erradicar ese miedo. Actualmente, este tipo de práctica es moralmente inconcebible.
A continuación os dejamos un video muy interesante del tema que nos requiere hoy, que esperamos que os guste:
Artículo escrito por D.Jesus Sanchez Cazo ( Universidad de Psicología de Sevilla, UNED )