Imaginemos que cada uno de nosotros, al nacer, somos un lienzo, en el que cuando nacemos, ya llevamos marcados las primeras líneas al color que nos han dejado nuestros padres mediante sus genes.
Desde ese mismo instante, cualquier relación, cualquier circunstancia o cualquier decisión que tomamos, nos propina una pincelada nueva en nuestro lienzo que poco a poco va formando lo que viene a ser un cuadro muy personal y único, con miles de influencias que nada tiene que ver con ningún otro. Asi es cómo construimos nuestro “yo”.
Al observar nuestro cuadro, al igual que al observar el cuadro de los demás, tenemos una percepción del mismo, en este caso más exacta de la que pueda tener cualquiera, porque mejor que nadie, sabemos cuántos y como son los trazos que lo forman y como poder mejorarlo.
Pero, ¿es exacta la percepción que tenemos de nosotros mismo con lo que verdaderamente refleja nuestro lienzo?
Cómo construimos nuestro “yo”
En Psicología, existe una teoría muy influyente en el aspecto que hoy nos ocupa, que puede ayudar mucho a entender como nos percibimos y como formamos nuestro YO, la ”Teoría de la autodiscrepancia”, que sugiere que son tres los esquemas que cada uno tiene sobre sí mismo.
- EL “YO” REAL.– Volviendo al símil del cuadro, vendría a ser como vemos nosotros ese lienzo o como creemos que es verdaderamente, aunque no se corresponda exactamente con lo que puedan apreciar los demás, convirtiéndolo en una percepción algo subjetiva.
- EL “YO” IDEAL.- Sería, no solo como nos gustaría que fuera la visión de nuestro cuadro, sino como creemos que a las personas que utilizamos de referente les gustaría que fuera, y como nos esforzamos para que se parezca lo más posible a lo que creemos que desean de nosotros.
- EL “YO” RESPONSABLE.– Como indica su denominación, se trata de como creemos verdaderamente que debe ser ese lienzo según nuestra crianza, formación o responsabilidad, acorde con nuestras obligaciones y lo que creemos que es lo justo.
¿Quiénes somos realmente?
En todos los distintos roles que tomamos, según el ambiente en el que nos encontremos, se mezclan estos tres esquemas, tomando más o menos relevancia uno u otro dependiendo de lo que deseemos mostrar, dando lugar a nuestras acciones.
En circunstancias, llevados por la influencia social de lo que nos rodea, de impulsos descontrolados o de valoraciones que pensamos que tienen nuestros referentes , sean o no correctas, nuestras acciones difieren de lo que plantean nuestros esquemas, provocándonos malestar y disconformidad con nuestras propias acciones, generando una disonancia cognitiva, que solo la subsanación de nuestra discrepancia nos calma esa incomodidad, pero eso, merece un nuevo post.
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